Mi Sofi (:

Fui al baño, me hice un recogido para mantener el rizo en el pelo y me lavé los dientes. Volví a mi habitación, y me puse las puntas de ballet. Puse la barra en el centro, y también moví el espejo. Calenté, mientras el disco acababa de sonar. Puse una fantasía y empecé a bailar. No era ballet clásico, si no contemporáneo. No tenía una coreografía concreta, me movía como me lo pidiese el cuerpo. Me veía en el espejo, y Leire tenía razón. Me asemejaba bastante a una mariposa en primavera, moviendome delicadamente, como si al tocarme me fuese a romper.
Cuando ya estaba acabando, mi puerta de la habitación se abrió lentamente, y asomaron un pelito rubio y unos ojos azules. Era mi hermana pequeño, Sofía, o Sopita, como yo le llamaba. Tenía siete años, y llevaba un camisón blanco puesto, parecía un pequeño cisne.
- Y tu Sopita, ¿qué haces levantada tan tarde?
- Es que no puedo dormir, tengo pesadillas.
Apagué la música y la senté en mi colo.
- ¿Sara, me lees un cuento? Porfii.
- Sí, claro, Sofi. ¿Cual quieres que te lea?
- Bambi.
- Vale, ahora voy. Ve buscándolo mientras me quito las puntas.
Con aquella carita era imposible negarle nada. Me quité las puntas y las guardé. Fui al baño a lavarme los pies y me heché crema. Me puse unas zapatillas y fui a la habitación de mi hermana. Ella ya estaba metida en cama. Me metí con ella y empecé a leerle el cuento. Ese era mi preferido cuando tenía su edad, y ahora es el suyo. Me alegro de que se parezca en algo a mi, por ínfima que sea la parte. No tenía queja de ella. No me revolvía las cosas ni me molestaba, y no solía gritar. Cuando había pasado solamente dos páginas, ella ya dormía. Cerré el libro y me levanté, con cuidado de no despertarla. Apagué la luz, la tapé con la sábana y le di un besito en la frente. Era realmente la mejor hermana del mundo.