lunes, 25 de marzo de 2013

El ballet, en esencia

Me volví a mi habitación, me puse una bata y salí a la terraza. Me encantaba estar allí. De niña siempre jugaba con mi padre en el verano, y ahora cuando no estoy en exámenes o estoy de vacaciones tambien juego con mi hermana. Siempre me he sentido muy a gusto. Saqué el espejo y la barra, encendí la música bajita y estiré los músculos, al son de lo que sonaba.
Cuando ya estaba bien, entré de nuevo en la habitación. A pesar de llevar poca ropa, no hacía nada de frío. Era una de esas noches calurosas que hay en la ciudad. Me encantaban aquellas noches. Se podían ver perfectamente la luna y las estrellas, pero ya estaba cansada y no me apetecía sacar el telescopio. Apagué la música, me metí en cama y me dormí al instante, estaba muy cansada. Era ya casi la una.
A la mañana siguiente me levanté sobre las diez, asi que mis padres ya estarian en el trabajo. Me miré en el espejo, y, gracias a Dios no tenía ojeras. Desenchufé el móvil y conecté la wifi. Ciento cuarenta y tres mensajes de tres conversaciones. A saber...
Unos ciento treinta eran de la conversación de grupo. Lo leí por encima, no había nada demasiado interesante. Había ocho de Leire, que iba a dar una "fiesta" de nosotras cinco solo, nos invitaba a comer y dormir todo el fin de semana, osea hoy y mañana, ya que sus padres iban de viaje a Grecia. Pero quedaban cinco... Cuando vi de quien eran me tuve que sentar en cama, y el corazón se me paró. Eran de Dani. Que quería quedar conmigo sobre las cuatro y media, en el parque en el que nos habíamos conocido ayer. Era adorable, los últimos mensajes decían "Esperando con ilusión que llegue mañana". Sí, yo también le gustaba, o al menos, yo creía que sí.

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