El cuarto fragmento

- Sí, me parece estupendo. ¿Quedamos mejor por la mañana que no hace tanto calor y hay menos gente?
- Es que por la mañana no se si voy a poder, quería instalarme bien, pero bueno, por qué no me das tu número y te llamo?
- Vale, déjame tu teléfono, que lo apunto. Anótame tú el tuyo también.
- Toma, aquí tienes.
- Vale, un momento... Listo.
- Gracias. Nos vamos?
- Sí, se ha hecho tarde. Ya me imagino la bronca de mi madre cuando llegue a casa...
- Venga anda, tranquila. Lo siento. Ala, que invito yo.
- No Dani, nos acabamos de conocer.
- Que sí, que te invito yo. Marcha tranquila. Mañana hablamos.
- Muchas gracias, de verdad. Hasta mañana.
Estaba en una nube. Me daba igual que mi madre me echase bronca, lo único que quería era volver a verle. Ver otra vez esos ojos, esa sonrisa. Poder volver a escuchar su voz. Es que hasta su voz era dulce. Era el chico perfecto, de eso no cabía ni la menor duda.
Cuando llegué a mi casa, intenté hacer el menor ruido posible. Eran ya las diez y media, y en teoría, a las diez en punto debía estar en casa. Me la iba a cargar, y bien cargada. Solo esperaba que no me castigasen sin salir mañana.
Mi madre estaba en el sofa, viendo la tele. A ver que excusa me inventaba... Yo tenía 16 años, y me estaba preparando para estudiar ballet en París.